Muy despacio, la joven de la tarima levantó las manos hacia su cara. Vi que sus dedos enguantados desenganchaban algo detrás de las orejas y luego… ¡luego se pellizcó las mejillas y se quitó el rostro de golpe! ¡Aquella bonita cara se quedó entera en sus manos!
Título original: The Witches
Año de publicación original: 1983
Autor: Roald Dahl
Ilustrador: Quentin Blake
Editorial: Alfaguara
Año: 2013
Nro. de páginas (papel): 240 pp.
Formato: Tapa blanda
Formato: Tapa blanda
Género: Fantasía, horror, comedia, aventura
Edad: +9
Fuente de portada: Alfaguara
Fuente de portada: Alfaguara
Sinopsis
Un niño de siete años queda
huérfano y comienza a vivir con su abuela, una cariñosa anciana que siempre
fuma un puro, quien le cuenta historias sobre “las brujas de verdad”, aquellos
seres que están en cada cultura, con rasgos que las hacen ligeramente distintas
a las mujeres a simple vista, y que tienen un objetivo por encima de cualquier
otro: acabar con los niños del mundo. Tras esto, el protagonista mira a su
alrededor de otra manera y, cuando debe enfrentarse por primera vez a estos
seres fantásticos, todo su ingenio será probado.
Mi opinión
Comencé a leer Las brujas
creyendo que me haría reír desde las primeras páginas, tal como sucedió con
Matilda, del mismo Roald Dahl. Creí que se trataría de una novela que jugaría
con lo absurdo y ya. Me equivoqué. El juego con lo absurdo es una marca
distintiva de Dahl, sí, pero no se trata de una obra divertida solamente.
También es escalofriante. Aunque tan extraordinaria como todas las que escribió
dicho autor estadounidense.
Primero, el pequeño huérfano,
cuyo nombre nunca descubrimos, es el narrador.
Desde el inicio va dando pistas de un encuentro con una bruja sin
consecuencias, y luego sobre otro del que no salió tan bien librado, por lo que
la expectativa crece. Nos preguntamos, ¿cómo serán estas brujas? ¿De nariz
grande, con verrugas, risas diabólica y van en escobas? ¿Se comerán a los
niños? Parte de estas interrogantes son respondidas por la abuela, una sobreviviente en todo el sentido de la palabra, quien
poco a poco revela las maneras de reconocer a las brujas: por sus repugnantes manos, cabeza, dientes, saliva y pies. ¡Ellas
disfrutan transformar a los niños en animales o cosas, para consternación de
los pequeños y de sus padres! No soportan su “pestilencia”.
Fuente de ilustración: Alfaguara
Gran trabajo el de Quentin Blake, ilustrador usual de las obras de Roald Dahl, cuyas ilustraciones le suman un toque risueño a los momentos de tensión, o preparan al lector para los horrores que verá el protagonista.
Tal como el narrador, comenzamos
a sospechar de todos los personajes femeninos que aparecen en la narración,
mientras nos preguntamos si, en nuestra vida real, podría haber alguna de ellas
disfrazada. La sospecha que suspende por un rato la lógica de nuestro aburrido
mundo, ¡es otro signo de cuánto te atrapa este libro! Durante la lectura
vuelves a ser un niño, uno que quiere vencer al mal y que deja de lado el miedo
para hacer lo correcto.
A medida que se presentan más
brujas en el texto, reunidas en su congreso anual cuyo nombre es por demás
irónico, la tensión deja de ser espeluznante para tomar el cariz de la
aventura, ya que habrá obstáculos por sortear en un calcetín tejido y en la
cocina, cerca de cuchillos voladores, logrando que no apartemos los ojos del
libro.
La resolución del conflicto en la
novela también merece reconocimiento; Dahl nos da una nueva rutina hogareña muy
tierna, basada en una pequeña reflexión sobre el amor, la familia y el tiempo
de vida que les queda al niño y a su abuela, que sacará más de una lágrima al
lector, pues son personajes que se alojaron en nuestro corazón de manera
silenciosa con cada página. Ese nudo en la garganta le da paso, ¡otra vez!, al
plan de una próxima aventura, que nos encantaría recorrer en una continuación,
sí, aunque no es realmente necesario, al atarse todos los cabos de la trama con
maestría.
Una lectura perfecta para niños y
adultos que quieran escalofríos y risas dosificadas mientras están cobijados en
sus camas.
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